viernes, 29 de marzo de 2013

Relatos de la media maraton de Leon

Miguel Vizcaino nos envia su relato de la media maraton de León, gracias Miguel.

media maraton leon www.mediamaratonleon.com
El día comenzó oscuro, encapotado, amenazaba lluvia desde muy temprano. Los negros nubarrones se cernían sobre la capital leonesa, bajas temperaturas y viento ligero, todo un augurio de lo que el destino nos tenía preparado. Fernando Alonso hacía una buena salida a eso de las siete de la mañana, terminando segundo. Había llegado la hora de prepararse para la gran batalla sobre el asfalto de León.
Yo, dejaba tras de mí una noche de infierno de tos profunda, agotamiento general.
En este momento, cuando llega la hora de la preparación, echas la vista atrás y piensas en todo por lo que has pasado en los últimos días y en  todas las expectativas que habías depositado en esta carrera a lo largo de la temporada, piensas en como podrías mejorar tu marca personal, en como has trabajado para conseguirlo, en que este es tu momento y en que debes dar todo lo que tienes dentro para conseguirlo.
Una vez terminada la última carrera, hace quince días en Salamanca, estaba convencido que, tras la buena marca realizada, podría acometer la hazaña de mejorar mi mejor marca personal a los cuarenta años, una hora y dieciocho minutos aproximadamente, ya que el recorrido de la carrera leonesa invitaba a tal fin, pero surgió un amigo inesperado, acudió a mí un nuevo y pernicioso extraño con el que no contaba y que me haría compañía durante al menos quince días. Su visita hizo mermar mis posibilidades, me robó las energías, aumentó la temperatura de mi cuerpo, ocasionó que mi aparato respiratorio no funcionara correctamente, me quito las fuerzas, hizo que el glucógeno de mis músculos desapareciera, ocasionando sensación de fatiga y para más inri, este amigo mío no vino solo, trajo consigo a sus enemigos, los cuales los convertían en mis amigos, que no son otros que la penicilina, el ibuprofeno y el paracetamol.
Con todo este panorama y a pocas horas del comienzo de la carrera y tras cinco días con el inquilino dentro, te surgen las dudas, ¿podré hacerla bien? ¿fracasaré? ¡Quizás no me afecte! 
La razón, mi ángel bueno, decía: "corre con cabeza y no fuerces, abandona si te encuentras mal, no vale la pena" pero mi ángel malo, en este caso, mi tozudez, lo bruto y terco que soy, me decía: venga, dale caña, no vales para nada, una poquito de catarrito y te das por vencido, eres un cobarde,...
Evidentemente, no quise reconocer la realidad de mi estado físico y los peores augurios se confirmaron:
Km. 2 parece que no voy tan mal. No voy como quisiera pero quizás más adelante pueda recuperarlo.
Km. 5 pues me adelantan todos, no iré tan bien.
Km. 6 voy a agarrarme a este grupo e intentar seguir su ritmo. Siempre a la cola.
Km. 10 imposible, no puedo seguirles. Aun así, he hecho un diez mil bastante aceptable,  cercano a los 39 minutos.
Km. 10,5 desfallecimiento total y sufrimiento continuo.
Km. 13 voy como alma en pena, al menos, me han adelantado unos 150 corredores
Km 14 me entra el flato, me paro y sigo unos metros andando.
Km. 15 miro hacia atrás y diviso a mi compañero, lo espero al trote y voy unos metros con él, le pregunto ¿qué tal vas? Dice que no muy bien y yo pienso para mí. Pues cómo iré yo que no puedo seguir su ritmo, ni el de atrás, ni el de atrás, ni el de más atrás...
Km. 16 decido intentar sufrir lo menos posible, pero me entra un ataque de tos. Desde el publico se me aconseja dejar el tabaco, persuadiéndome de lo perjudicial que es, yo callo y asiento con la cabeza.
Km. 17 me siguen pasando corredores no me faltan ánimos.
Km. 18 Ya a ritmo de paseo, vuelvo a escuchar los comentarios del público, ya que camino solo o mejor dicho, me arrastro por el asfalto porque todos me dejan atrás. "Venga que no te queda nada" y en este momento alguien me grita desde el arcén: "Vamos, no me digas, por lo menos intenta hacer como si te estuvieras esforzando un poco" 
Pues ya, lo que me faltaba. Para mis adentros pienso, ¡si tú supieras! Le dedico una sonrisa y continúo.
Km. 21 se acabó el calvario, veo a mi familia apostada en la grada, los saludo enérgicamente con aspavientos y eso me reconforta. Se acabó la carrera, masaje y pa´ casa con la promesa de no volver a salir a correr hasta no estar recuperado completamente, pero pasan unos días y el síndrome de abstinencia del corredor hace mella en mí. Vuelvo al asfalto.

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