Trascurridos casi 10 dias tras la V edición de la media maratón de León, y con la tranquilidad que da el haberla corrido y disfrutado de ella, Luismi nos da su visión de la misma. Estoy seguro de que hubo más emociones de las 21097.
21.097 EMOCIONES
En un lugar de León, de
cuyo nombre no quiero olvidarme, no ha mucho tiempo que corría un hidalgo de
los de cerveza en posavasos, zapatillas antiguas, panza ancha, y podenco
corredor. (Homenaje a los Secuaces de Sancho Panza)
ooooOOOOOOoooo
Lo conseguí. Con toda la gente
con lo hablé, antes, durante y después de la carrera, parece ser que yo era el
único que lo dudaba y, aunque como ya dije en la
pre-crónica, era un manojo de
nervios, disfruté cada momento.
El último entrenamiento antes de la
media fue especial, salimos a esponjar, término que anteriormente sólo usaba, y
en otro sentido muy distinto, en mis noches de pernocta, y luego hicimos las
famosas rectas. Estaba tan eléctrico que la última la hice espectacular, creo
que Usain Bolt sólo me hubiera sacado 30 segundos en ese 100.
Por la tarde fuimos a recoger el
dorsal. Mi primer dorsal de “mediomaratoniano”, fue genial estar allí con todo
la tribu del NO HAY GÜEVOS (¡La que me tenían preparada al día siguiente! Si lo
llego a saber…) y hablar con toda la gente que allí se encontraba. Los que ya
la habían corrido alguna vez, te daban sabios consejos de cómo afrontarla, y
los novatos, como yo, sólo hacíamos que preguntarnos si estábamos nerviosos,
pero creo que en esos momentos era más impaciencia y nos podían las ganas de
salir a llenar León.
Y por fin llegó el gran día. El
día de San Patricio. Creo que estaba marcado en el destino que mi debut tenía
que ser en esta fecha tan celebrada que este año empecé a honrar el día antes con
una Guinness, por eso de la hidratación, ya sabéis.
Desde el café previo a la carrera
sabía que iba a ser un gran día. Todos juntos, disfrutando, hablando, riendo,
templando nervios. Nos encaminamos hacía el Hispánico y tengo que reconocer
que, creo que por superstición, no quise correr por el tartán, pero si le
prometí que en algo más de dos horas nos volvíamos a ver.
Justo antes de la salida, la primera
sorpresa María Cremer tiene puesto el dorsal y no quiere perderse mi debut. Nunca
le podré demostrar lo agradecido que estoy por ello. Apenas había podido
entrenarse en todo el invierno… y allí estaba.
Pistoletazo de salida. Miradas
cómplices entre todos y a afrontar el reto. Entre risas van pasando los
primeros kilómetros. Nunca paramos de reír, y con un ritmo adecuado, incluso
pillamos al gran Toño, y hasta a Julen, mi ‘archienemigo’; cómo me gusta correr
con él… Y así, siempre con una sonrisa en la cara, llegamos a la Candamia, he
de reconocer que le tenía miedo a ese momento, pero viendo como mi equipo me
flanqueaba se pasó el miedo y tanto las piernas como la cabeza pedían más
kilómetros, sólo para seguir pasándolo bien y seguir disfrutando cada metro.
Y llegan todas las sorpresas
juntas, al empezar el desierto de la Candamia, que tal como estaba disfrutando
a mí me pareció el más florido de todos los jardines, veo que una persona con
una camiseta que ponía 1:30 se acerca. Yo voy bien, pero como para ir a hora y
media… como que no. Era el gran Luque, que venía a nuestro encuentro porque no
se quería perder este momento. Que un “maki” como Luque acabe “su” media y se
haga otros 4 kilómetros conmigo hizo que se me pusiera un nudo en la garganta.
Al llegar a Fernández Ladreda,
más emociones. “Mis secuaces”, paran para ponerse unas camisetas que tenían
preparadas con un dibujo de Sancho Panza. Otro nudo en la garganta y más,
cuando me llevan hasta el hispánico coreando mi nombre, y para terminar de
lograr que se me salten las lágrimas, al llegar a ese tartán al que prometí, y
cumplí, pisar en algo más de dos horas, se adelantan para hacerme un pasillo,
junto a mi sobrina Sara que tenía que entrar conmigo. Sólo pienso que no
merezco tanto, que sólo soy uno más de los debutantes en estas lides, por eso
quiero hacer extensible esta celebración, estos ánimos, este apoyo a todos los
que, como yo, LO CONSEGUISTEIS. Somos cojonudos.
El tiempo final, 2 horas 10
minutos. Es muy probable que pudiéramos haberlo hecho
en
menos tiempo, sobre todo con toda la caña que me ha metido el Rey Arturo en
esta preparación, pero creo que es improbable que lo pudiera haber disfrutado
más. Sólo puedo dar las
gracias a todos, a los NO HAY GÜEVOS (que se han
pasado, vosotros sí que sois mis ídolos), y todos los amigos “runners” que han
compartido conmigo, entrenamientos, sufrimiento, sabiduría y recompensas.
P.D. El martes fui a dar las
gracias por sus ánimos a todos los perros del Caminón que tanto me han apoyado
ladrando en esas series y a decirles que fui capaz de hacerlo. Estaban súper
contentos porque cuando me acercaba a decírselo ladraban mucho. Eso es bueno
porque como dijo D. Miguel de Cervantes: “Ladran Sancho, luego cabalgamos”.